La Noche del 5 al 6 de Octubre de 1818: El Inicio de la Congregación de las Religiosas de Jesús-María

por | Oct 5, 2024

La noche del 5 al 6 de octubre de 1818 fue crucial en la vida de Claudina Thévenet y en el nacimiento de la Congregación de las Religiosas de Jesús-María. Claudina, nacida en Lyon en 1774, había sido profundamente marcada por la Revolución Francesa, un periodo de caos social y político que afectó profundamente la vida de miles de personas, incluida su propia familia. El fusilamiento de dos de sus hermanos, y sus últimas palabras —“Perdona como nosotros perdonamos”— le revelaron la urgencia de mostrar al mundo la bondad de un Dios que ama sin condiciones.

Lyon, segunda ciudad en importancia de Francia, era un epicentro de la industria de la seda y, al mismo tiempo, un lugar de gran necesidad social. Las secuelas de la Revolución dejaron a muchos jóvenes y niñas en situación de abandono y vulnerabilidad. Ante esta realidad, Claudina, junto con un pequeño grupo de mujeres, decidió dedicar su vida a la educación y formación de estas niñas necesitadas.

 El paso decisivo: La Fundación de la Congregación

En este contexto de urgencia social y pobreza, Claudina dio un paso decisivo la noche del 5 de octubre de 1818. Tras dejar a su anciana madre, se instaló en una modesta casa en Pierres-Plantées, en Lyon. La casa, apenas amueblada, fue testigo del inicio formal de lo que se convertiría en la Congregación de las Religiosas de Jesús-María. Claudina estaba acompañada por una obrera, una huérfana y un telar de seda, símbolo del oficio que ayudaría a sostener la Providencia. A pesar de las dudas e incertidumbre que la invadían, Claudina confesó más tarde: “Me parecía haberme lanzado a una empresa loca, sin ninguna garantía de éxito”. Sin embargo, su fe en Dios y su compromiso con las jóvenes a quienes quería servir fueron más fuertes que sus temores.

 

La organización de la Congregación

Meses antes, el 31 de julio de 1818, el Padre Andrés Coindre había reunido a Claudina y a varias mujeres de la Asociación del Sagrado Corazón, una obra que había comenzado para atender a las jóvenes necesitadas en Lyon. La misión de esta nueva comunidad sería clara: instruir y formar a niñas pobres y vulnerables, no solo enseñándoles las labores propias de la mujer y el trabajo en la industria de la seda, sino, lo más importante, instruyéndolas en la fe y las virtudes cristianas.

Las primeras compañeras de Claudina, como Anthelmette Cartel, Pierette Chippier y Jeanne Planu, se fueron uniendo a ella en las semanas posteriores a la fundación. Juntas, estas mujeres iniciaron una vida de dedicación total a Dios y al servicio de las niñas acogidas en la Providencia de Pierres-Plantées. Este nuevo hogar, en pleno barrio obrero, se convirtió en un lugar de esperanza para las jóvenes que vivían en la pobreza y el abandono.

La organización de la Congregación se basaba en un reglamento común que distribuía las responsabilidades entre las religiosas y las jóvenes. Había tres áreas principales: la administración y dirección de la Providencia, la enseñanza del oficio de la seda, y las labores domésticas. Claudina, con su experiencia en el comercio textil familiar, guió el trabajo en los telares, asegurándose de que las niñas no solo aprendieran un oficio, sino que también tuvieran la posibilidad de salir con un ahorro que les permitiera iniciar una vida independiente.

 

Los primeros desafíos y el crecimiento de la Congregación

La pobreza material fue uno de los grandes desafíos que enfrentó Claudina y sus compañeras en estos primeros años. A esto se sumaba el dolor de la separación de su madre, quien lamentaba las largas ausencias de su hija. A pesar de ello, Claudina continuó firme en su misión, enfrentando incluso la resistencia de comerciantes locales que veían su obra como una amenaza por los precios justos a los que vendía las telas de seda elaboradas en la Providencia.

El grupo de mujeres comprometidas con la obra de Claudina creció rápidamente. Para finales de 1820, la Providencia de Pierres-Plantées albergaba a 40 personas, de las cuales 17 serían las primeras religiosas de la nueva Congregación y las restantes, jóvenes huérfanas. La Providencia se había convertido en un hogar donde las jóvenes no solo aprendían un oficio, sino también los valores cristianos de amor, fe y solidaridad.

El rápido crecimiento de la obra llevó a Claudina y sus compañeras a buscar un espacio más amplio para continuar su misión. El 11 de noviembre de 1820, se trasladaron a Fourvière, un lugar más grande que permitiría la expansión de la Congregación y el aumento del número de niñas acogidas. Claudina, con el apoyo del Padre Coindre, se dedicó a consolidar canónicamente la Congregación, estableciendo las bases de lo que, con el tiempo, se convertiría en una congregación religiosa presente en muchos países del mundo.

 

Más de 200 Años Después

A más de 200 años de aquella noche del 5 al 6 de octubre de 1818, el legado de Claudina Thévenet sigue vivo y floreciente. Aunque el término «sororidad» no existía en su tiempo, su obra fue un claro ejemplo de este principio. Claudina comprendió que para transformar la vida de niñas vulnerables, era necesario rodearse de mujeres comprometidas con la misma misión. Formó una comunidad que educaba a estas niñas no solo en la fe, sino también en un oficio que les garantizara autonomía y dignidad. Así, fomentó un sentido de responsabilidad mutua, que hoy reconocemos como una manifestación temprana de sororidad.

Claudina también fue pionera en la creación de una economía justa y solidaria. En una época marcada por la competitividad y la explotación en la industria de la seda, ella enseñó a las jóvenes a elaborar productos de alta calidad, que vendía a precios justos, siempre priorizando el bienestar de las niñas por encima de los beneficios económicos. Este compromiso con la justicia social y económica no solo mejoró la vida de muchas niñas, sino que dejó una huella profunda en la forma en que la Congregación de Jesús-María se relaciona con el mundo hasta el día de hoy.

El legado de Claudina sigue presente en cada obra de la Congregación. Más de dos siglos después de su fundación, las Religiosas de Jesús-María continúan educando y formando a las nuevas generaciones bajo los mismos principios de amor, bondad y justicia. El trabajo iniciado en aquella humilde casa de Pierres-Plantées ha crecido y se ha expandido por todo el mundo, llevando esperanza y educación a miles de niñas y jóvenes. Claudina Thévenet fue una mujer de fe y acción, cuya misión no solo transformó su tiempo, sino que sigue impactando a la humanidad más de dos siglos después.

 

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