Una Herencia de Amor: Claudina Thévenet y Su Impacto en Nuestras Vidas

por | Jun 25, 2024

—María Rosa Becil, exalumna del Colegio Mérida

 

Muchos me han preguntado de dónde viene mi fuerza o fortaleza. Este fin de semana encontré la respuesta, simple y sencilla como ella era, en Santa Claudina Thévenet.

Una mujer que nunca ha necesitado reflectores para seguir transmitiendo el amor y mover corazones, una mujer que, en la sencillez y humildad de espíritu, muestra una fortaleza como pocas para salir avante de las dificultades y adversidades. Con las piedras del camino, supo hacer puentes para que otros llegáramos a Dios.

Una mujer adelantada a su tiempo, que no se acobardó ni se achicó ante el rechazo de los que no creían en ella. Eligió creer en sí misma y seguir adelante. Su herencia en mi vida y en la de todas las mujeres y hombres que hemos pasado por las aulas de los colegios de las Religiosas de Jesús-María nos ha dejado impregnada su esencia, su forma de ver la vida y afrontar los retos que se nos van presentando en el camino. Pero sobre todo, tener la certeza en el corazón de la bondad de Dios, de que pase lo que pase, Él no es indiferente a nuestras dificultades, problemas, miedos, angustias y frustraciones. Al contrario, provee de una manera asombrosa que nos da la certeza de que camina con nosotros. El sabernos sostenidos, acompañados y cuidados por un papá amoroso es lo que nos hace salir adelante con fuerza y empuje.

Una mujer que no se venció ante la adversidad, que supo perdonar y reconstruirse a partir de su dolor, salir al encuentro del otro que más lo necesitaba y darse sin medida para hacer conocer y amar a Jesús y a María. Y un punto sumamente importante es que se apoyó en sus amigas para lograrlo, sabía que sola no podría ante todo lo que su corazón le dictaba hacer. Para ella, sus amigas fueron un pilar muy importante para emprender su proyecto de amor.

Cuando pienses que no puedes salir adelante ante las circunstancias adversas de la vida, de cualquier índole, piensa en Claudina y en lo que ha dejado en ti. Como hijo que eres de ella, llevas una herencia y huella indeleble del amor y bondad de Dios que nos hace fuertes, confiados y llenos de fe para andar el camino.

Ten la certeza de que lo mínimo que hagamos por otros, para bien o para mal, puede traducirse en una ola gigante que, de nosotros depende, sea de amor. Así como ella, con un simple gesto de acoger a dos huerfanitas, con el correr de los años, ha convertido en un movimiento de amor tan grande que ya se ha extendido a 26 países.

No dejemos de confiar, no dejemos de creer en nosotros, no dejemos de hacer el bien, no dejemos de perdonar y pedir perdón cuando fallemos, de recurrir a otros cuando nos sintamos vulnerables porque no podemos solos. Pero sobre todo, no dudemos nunca del amor desbordante de Dios, nuestro Padre amoroso, que con total libertad nos deja elegir amarlo o no, pero que aun sin amarlo Él no deja de velar por nosotros y esperarnos con los brazos abiertos. Si decidimos optar por Él, viviremos la mejor y más grande experiencia de confianza, paz y fortaleza en el corazón.

¡Gracias, Claudina, por tu sí fuerte y confiado! ¡Gracias, Religiosas de Jesús-María, por continuar con su propia vida la obra de Claudina y transmitirnos esa maravillosa herencia de amor! Gracias por darnos los pilares de nuestra educación para la vida, con esas seis estrellas emblemáticas de nuestro colegio: honradez, amistad, ayudar, sonreír, responder en mi hacer y tener fe. ¡Gracias por sus oraciones constantes y sonantes que, como buenas madres, piden a Dios por sus hijas, por nuestras necesidades y situaciones de vida! Créanme que sus oraciones son escuchadas y se siente ese amor a la distancia. ¡Gracias, Celina Segovia RJM y Kitty Alayola, por hacer posible este encuentro! ¡Eternamente agradecida! ¡Gracias, Dios, por estos días de encuentro con la raíz y esencia de mi fe, con las religiosas que impulsaron y acompañaron mis primeros pasos en mi camino hacia ti, con mis amigas que se han vuelto familia amorosa y sostén en mi andar, con mujeres que laten al mismo ritmo de tu amor! El corazón, rebosado de gozo ante tanto, sólo puede exclamar: ¡Cuan bueno es Dios!

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